Venga le digo

Dietario ficcional lleno de verdad

Bienvenido a México

   El primer mensaje fue la luna llena desde el avión. Contemplaba desde el Interjet 2931 el mapa de la Ciudad de México, iluminado y exultante entre la oscuridad, y percibía que su forma era la de un reguero de sangre. Como esos charcos que uno ve en las baldosas después de una pelea. Pequeñas manchas al principio y luego una mácula áspera y grande que se conecta con todo por pequeños hilos carmesí. Ciudad de México desde el aire parecía contar la historia de sus habitantes sin aspavientos, mientras aquella luna de plata agujereada por los ojos, la miraba con fijación y ternura oscura, una luna de fuego y de barniz ardiente que me presentaba la urbe en la que pasaría los momentos determinantes de mi destino.

   Luego de la primera noche que pasé en mi nueva casa, ubicada en la calle General Juan Cano, ocurrió el segundo designio: una mancha de sangre, dividida en tres pincelazos en la pared que recibe la cabecera de mi cama. No había matado zancudos, no había sangrado por los dedos ni el pelo, tampoco tenía en mi ropa o piel rastros de sangre. Le comenté a mi compañero de casa si él había hecho alguna bromita, pero se indignó con solo sugerírselo. Pensamos durante algunos minutos en el suceso, misterioso y tremebundo, pero ante las respuestas de la nada lo único que atiné pensar fue: Bienvenido a México, Chano.

   El tercer designio se me presentó en la ducha del apartamento. Tomaba un baño de agua helada y al cerrar la llave, por una pulsión extraña, giré mi cabeza y vi la araña negra sobre una pared del baño. Era gigante, oscura, de patas largas y dos afilados dientes. Recordé un cuento de Andrés Caicedo sobre una araña que se lo quiere tragar en medio de un viaje de mota. También recordé la anécdota de una modelo colombiana en el Chocó, que dijo haber visto en su ducha una araña del tamaño de un puño. Pero este bicho era diferente, en tránsito. Saltó hasta el tubo donde está colgada la cortina de la ducha y caminó frente a mis ojos atentos. Cuando estuvo frente a mí se detuvo. Puedo decir que la miré directo a sus fauces, a sus pupilas negras en intríngulis. Ella siguió su camino y yo el mío, dispuesto a secarme y vestirme. Volví al baño y el bicho había desaparecido.

   Estos tres acontecimientos me parecen muy relevantes, pero el que sigue cerró la bienvenida particular que me estaba dando el territorio. Estábamos en la terraza del edificio tomando unas cervezas cuando vi el gigante. Era un árbol atrás del edificio, pero sus ramificaciones y el corte de sus pompas de hojas formaban un claro personaje en postura de proteger algo. Abrazaba el edificio con unas articulaciones verdes gigantes, un brazo por el frente y otro por encima hasta el techo. Y era un acto de ternura, de madre selva, de fraternidad. Fue entonces que entendí que toda esta cuadratura de símbolos cerraba. México me recibía de forma ritual: con luz y oscuridad, con sangre, con sílfides, y con un abrazo que sentí hasta en el rincón más profundo de mi cuerpo. México estaba allí, no como un rompecabezas sino como un misterio que nunca termina.

   Con los días que he pasado acá no puedo hacerme una idea completa de lo que sucede entre las gentes y el lugar, pero sí dilucidar el misterio del aire en el ambiente. Hay olor a muerte, a viejos huesos y carne regada por el suelo; también hay un olor podrido, a cañería, que rodea el centro de la ciudad como un anillo; también están las calles oscuras como una cueva y el reguero de gatos que salen a caminar después de las 20:00, o el carrito de tamales que silba una incomprensible melodía por una chimenea de lata (carrito que, bien visto, parece el robot del Mago de Oz transformado en carrito de raspados). El metro es rápido y caluroso y de color naranja. Es eficaz, pero los mares de gente que se atascan en sus entrañas llegan a desesperar hasta los nervios más cerrados. He visto hombres que se parecen a Moctezuma como también mujeres que se parecen a la Malincha. Vi las calaveras andar a la media noche, desencajadas en risa y con los huesos temblando como un xilófono; también el mezcal ha sido mi amigo, con una borrachera que pareciera que llena de turbulencia el mundo y te amarra a una viga mientras todo se va cayendo. Es como si te dijera “mira, solo mira, porque cuando te suelte este desorden se meterá en tu ombligo”. Y yo me quedo así, extático entre la barra y mis compinches, mirando los giros de las cosas y de las formas, tratando de evitar el abismo de un mal paso, buscando la risa de una calaca desafiante que llene de fuego mis noches frías.

Con María las cosas venían mal desde hacía unos meses. La mayoría del tiempo estábamos bien, pero en mí las cosas ya no venían funcionando con la misma energía. había algo extraño en nuestra convivencia, una costumbre indomable tal vez, que a los dos nos generaba malestares. Siempre me pareció que María sentía algo similar, pero ella lo que aceptaba era no sentirse conquistada, habernos entregado ya con seguridad el uno al otro. Soy culpable, lo acepto: nunca llamé más de lo que quise, nunca escribí cartas que no fueran necesarias, no dije palabras de amor en exceso para no gastarlas, no escribí canciones para ella aunque lo pensara, y en los últimos días la relación se tensionó de tal manera que nos saludábamos dándonos picos en las mejillas y evitábamos los reclamos mutuos (miento, en su mayoría para mí) más que irnos a la cama. El último día que la vi, se quebró en mis entrañas algo. Una especie de rabia con dolor y amor y ternura. Una bomba que me dejó sin palabras. Apenas pude decir que estaba solo, que quería estar con otras personas, y creo que fue lo más estúpido que pude haber dicho en ese momento pero también era lo que menos lastimaría a María. Yo simplemente quería dejar de estar ahí, de sentirme amado, algo incómodo y tenso.

Mis alardes de puta empezaron a estremecer las redes sociales. Contacté algunas viejas amigas del facebook y he salido con una que otra. Pero no es lo mismo, hay que aceptarlo con algo de resignación y tristeza. No es lo mismo ese amor gigantesco que a veces abrumaba mis sueños y quebraba fácilmente las razones del astío, a sentirse libre entre las seducciones y los cuerpos, que sin tregua forman grandes energías y vacíos que se ahondan y van enterrando un tesoro. ¿Qué será la luz que pierdo? ¿Esperanza? ¿Vida? ¿Amor? No lo sé definir con toda sapiencia, pero estoy seguro que gano libertad, levedad e independencia.

Estos días, por medios de sensaciones de telequinesis, he sentido la tristeza de María. ¿Cuánto podrá aguantar ese extraño vínculo que nos une, pero que está deteriorado? ¿Se trasformará en dolor, en angustia, en cicatriz? El viernes pasado la vi llorando a cántaros y me sentí tan mal que me dieron ganas de tomar el teléfono y llamarla para ver qué sucedía con ella. No lo hice porque sería una grosería, pero ganas no me hicieron falta. Durante estas semanas se alarga la nostalgia y parece apropiarse de lugares que antes le eran vedados. No me siento mal estando triste, pero pensar en sucedáneos y otras cosas para abandonar esa tristeza me parece horrible. Aplicaré la sentencia de Versuit Vergara Bat: «tomo para no enamorarme, me enamoro para no tomar».

Este diciembre se ve largo, lacrimoso, y tal vez más espezo que el de todos los años. Entrar al 2012 sin María pareciera una frescura, pero todos sabemos que los calendarios mienten, que el tiempo es un paso distorsionado y en verdad inmedible, y el paso de eso que llaman días apenas meguará lo que pueda pasar, que ojalá sea bueno para los dos, porque yo a María le deseo lo mejor. Y me dolerá si alguien entra en su camino, si alguien besa sus labios, si alguien enloquece con su cuerpo, me dolerá hasta el tuétano, pero debo ver esas imágenes como un cine que ira apaciguando el pasado, que ese sí está hecho de largas caminatas sobre la carcajada y particulares encuentros con la melancolía.

Me subí en un barco solo. Guardaré mis globos para más tarde. Emprendí el camino que no pensaba tomar, pero me siento bien estando solo.

 

Innerself is back

La banda de trash metal que soñamos algún día ser ya desapareció.

Ayer nos reunimos sus integrantes originales y quedamos en volver a ensayar en las semanas que vienen.

Será como un regalo de navidad para todos, un momento para desquitarse y recordar.

Porque entratremos por la puerta de atrás del escenario.

Tocaremos sabiendo que ya el sueño de estar los tres recoerriendo el mundo con los instrumentos desapareció.

Cantaremos hasta quedar afónicos aunque no recordemos bien las letras.

Una cuerda se romperá en mi gitarra.

Y olvidaré por un momento donde estoy.

Donde me quedo.

Donde me encuentro.

Fumando espero

No estoy en busca del mar muerto

ni de las torres de Europa

y sus escritores inmolados en la memoria;

no estoy buscando velas en el horizonte

ni mujeres exquisitas

que me digan donde bañarme los pies

recoger la fruta

acomodar la mesa

escribir un poema.

Lo que busco es anestecia.

Olvido.

Una fórmula para desaparecer.

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El tapete enrrollado bajo el escritorio me dijo que ya no estaba allí. Podría haber notado su presencia con el cenicero abultado de colillas, pero eso apenas me daría un rastro de su aroma. En esta oficina no se encuentra. No me la dejaría fácil, dar con su paradero me tomará otro par de horas. Sobre el escritorio reposa una pluma Mont Blanc y una hoja de papel. Algo iba a escribir. El poeta todavía piensa en los versos de la mañana. Pero estos serán los últimos. La ciudad se ve tan cristalina desde la ventana de su oficina, que me parece entenderlo por un momento. Y pienso que alguien debe ser muy tonto cuando cree que el mundo o algo parecido al mundo pueda estar hecho con palabras. Son todos unos cínicos, unos pervertidos quienes piensan así.

 

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En la mañana descubrió que los panecillos que metía al horno tenían la forma de los cucarrones. Asqueado no pudo comer nada, hizo gimnasia escuchando a los Beatles y tras hablar con su secretaria durante quince minutos, su estómago sonó como un eructo dentro de una caverna. Detuvo el coche en un restaurante vegetariano. No era aficionado a las lechugas y el brocoli, apenas soportaba la cebolla, y  algo instintivo, de su ser carnívoro más íntimo, lo cuestionaba. Al final pidió una ensalada dulce, llena de zoya tostada, maíz, vinagre, mazorcas pequeñas y piña. Todo venía acompañado de un café negro y una sonrisa de la camarera que se iba contoneando la cadera hasta perderse tras las puertas de la cocina.

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El vuelo se retrasó pero fue mejor para él. La clase de las 3:00 la había dejado a la mitad por llegar al aeropuerto y cuando se enteró que el American Airlaines 654389 se tardaría en despegar, fue el hombre más feliz del mundo. Se integró al barullo y a la apretadera de un Starbucks, pidió un agua y un emparedado. Abrió su portatil y consultó varias páginas de negocios. Habló con un buen amigo que estaba de viaje en Islandia. Y aquí está. Observa desde una mesa todo el trajín que tiene esta terminal del aeropuerto, el que concentra las aerolíneas que se dirigen a sudamérica. A través de este texto entregó el pasado que me trajo acá y lo que sucede ahora. Es una especie de transmisión en directo que ni ustedes oyeron en verdad en directo ni yo escribí tampoco en el presente. Es un tiempo distinto en el que tenemos este encuentro, querido lector. Por eso le sugiero que me imagine sentado en esa mesa del Starbucks con mi portatil abierto, mirando de vez en cuando el celular, observando de reojo a la chica que bebe café negro dos mesas adelante, sintiendo el oleaje del aire que empuja las masas de personas que corren con sus maletas por este aeropuerto. Me largo del Starbucks, pasó mis maletas y registro mi pasaje. Adentro el ocio está en cada esquina pero las tentaciones tienden a convertirse en baratijas cuando las explotas en un lugar como este. No me dan ganas de jugar poker ni de beber vino, prefiero dirigirme a la librería a comprar algo para sentarme a pasar la tarde leyendo. Al entrar a la tienda se me cruza un anciano vestido con una camisa exótica, pregunta qué busco y le digo que me deje mirar, que no sé qué busco, que vengo a eso, a encontrar algo para aliviar esta pérdida.

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Murakami y su escritura de opio

 

-La escritura de Murakami es tranquila, llena de pasividad. Frases redondas, perfectas; situaciones de molde, cortadas de manera maestral hasta el final de los capítulos. En cada parte del libro hay un abrebocas que está en pequeños detalles, mientras que los grandes acontecimientos elevan el grado de tensión en las partes centrales. Los párrafos son exquisitos, una literatura para estar tranquilo, para estar relajado con el mundo, nada de presiones, imágenes desgarradoras, situaciones demenciales; Murakami mantiene la psicología del lector en un estado de opiáceo, pero no de manera nociva, todo lo contrario, es tranquilidad, esa fascinación con la quietud y al goce de las palabras es el que permite que Murakami nos arrastre a mundos semifantásticos y nadie se oponga, nadie ponga un poco de su razón para negarse a los viajes que su voz inventa.

-Encontré el capítulo que una amiga me había comentado, el del asesino de gatos. En ese tiempo en mi libro la Historia Ciudadélika había un asesino de gatos que se llamaba Cat Killer. Un tipo viejo, sarnoso, llevado por el putas, que vivía en un edificio en Chapinero y mataba gatos de vez en cuando, todo con el fin de hacerse un traje de sus pieles. Era una cosa brutal y creo que por eso decidí eliminarlo de la historia original. En este caso, Murakami nos trae un asesino de gatos que viste como Johnnie Walker, el icónico caminante de una de las marcas de whisky más famosas del mundo. Yo, la verdad, no tomo whisky así que no tuve la retentiva de saber que aquel asesino de gatos envuelto en ese traje representaba a esta figura internacional del licor escocés. Por el momento parece que este tipo es la representación de la maldad de las calles, de la oscuridad que se traga vidas y produce sufrimientos y caos en los otros. Seguramente dará otros tintes a la novela, que hasta el momento ha sido bastante reposada y tranquila.

 

-(En medio de la lectura de Kafka en la orilla, se te pasó por la cabeza hacer una obra que mezcle literatura y algo de video. Podríamos plantear varios tipos de juego. Uno podría ser dividido en dos partes. La primera de ellas es un texto corto, de no más de 700 palabras, el cual lleva un tema específico, por ejemplo, el peinarse frente al espejo. Habrá ciertas palabras subrayadas que llamen la atención del lector, en este caso pelo, mechón, goma, espejo, estilo. Cada una de estas palabras contiene diferentes tipos de imágenes o videos (segundo elemento) que representan la experiencia de mirarse en el espejo para peinarse o una interpretación libre de esa acción. )

 

-El joven llamado Cuervo es la voz que pone oscuridad, luna, mareas altas y bajas en algunas de las actitudes y pensamientos de Kafka Tamura. Le resuena en todo el cuerpo cuando quiere hacerlo conciente de que el mundo no es tan benévolo e inocente como él cree. Aunque Kafka Tamura es un hombre decente, es capaz de escuchar al joven llamado Cuervo, evaluar sus opiniones, responderle con las palabras adecuadas y salir victorioso, o al menos no tan influido por los oscuros alargues y repliegues de la voz pesada y opuesta del joven llamado Cuervo.

Pienso que tener una voz contradictoria en la mente es tan necesario como tener amistades profundas en la vida. Saber entender la opinión o la posición de otros es, fuera de ser tolerante, el mecanismo por el cual nos reconocemos a nosotros mismos y logramos ser más concientes de la condición humana y todos sus lados. Tener una voz que cuestione nuestra vida en ocasiones puede ser dispendioso, pero es necesario porque el ser humano siempre tiene ideas ilusorias y erróneas que pueden llevarlo a cometer actos de barbarie. Cualquiera pensaría que no es justo que se nos entregue una cabeza con la cual dar orden a la realidad y sacarle provecho, y un corazón para que sintamos todo lo que existe en el universo, y que de repente sin que nadie lo avise la mente y sus creaciones y efectos hayan causado miles de tragedias y hechos terribles y el corazón haya sido indiferente, el corazón de una época o de muchas, no lo sabemos, en todo caso es bueno saber que podemos ser muchos a la vez, que nuestra conciencia puede ser eternamente bondadosa, y que allí es donde toca llegar, a la plena conciencia de la vida en la Tierra que nos abra los ojos frente a la naturaleza y la existencia.

 

 

 

 

 

Se fue Nico para Australia porque en el mar la vida es más sabrosa

Nicolás se fue y mi vida es triste por estos días.

Es triste porque hablar con Nicolás me sacaba un tajo de la garganta. Sentiamos el ansia de perdernos entre las calles, de vivir bajo las sombras con las palabras precisas, embelesadas en el vino y evaporadas por la marihuana. A ninguno de los dos le molesta la soledad en la que pueda escuchar voces como alucionaciones o delirios, o como guías y fuerzas de dioses. Extrañaré su forma de ver el mundo, los momentos de nostalgias compartidas, de inmersiones delirantes en otras dimensiones, y claro, su abismal sentido de la fragilidad que contiene la vida.

Sin su conversación sentiré que hay muchos tiempos perdidos, que hay noches que no valen la pena. Sentiré que me falta un amigo que escuchaba mis clamores más profundos, que tenía la facultad de comprender las emociones y razones que otros no, y de apabullarme sin piedad cuando era necesario. Pero sobretodo, sentiré que ya no vale la pena perderse con alguien en la ciudad. Nicolás es mi compañero de viajes donde no hay camino, mi amigo de cruzadas que no tienen objetivo claro, el único aventurero que entiende que un poema puede botarte una noche a buscar el mundo en un beso, en un baile, en una soledad en las calles, en una conversación de extraños que en verdad huyen de la nada. Él entendía esas cosas y por eso era tan especial para mí. Siento que es suficiente para pasar una vida. Entender las causas del otro, acompañarlo en la discordia, la gloria y la locura, y saber cuando darle un abrazo y llorar con él.
Pero tengo algo claro y es que con Nicolás me faltan vivir algunas de las cosas más increíbles de mi vida. Estoy seguro que compartiremos en el mundial de Brasil 2014, nos veremos allí para celebrar la fiesta del fútbol junto a los majestuosos culos de las playas de Ipanema, así como veremos los goles en medio de orgías con garotas jartos de caipirinha hasta el cogote; depronto nos cruzamos en oriente, entre Tokyo y Tailandia, entre los gigantes jardines que sostienen a los emperadores nipones y el triángulo de oro que conduce al sueño del opio. Podríamos vivir muchísimos viajes juntos, y espero que así sea, porque sintiendo su compañía también se inspiran mucho mi literatura. Sin admitirlo totalmente, me considero un escritor que necesita confidentes, amigos que escuchen los delirios que producen los libros, para luego lanzarme de lleno a escribir y sentir que no estoy solo en ese largo viaje, que hay personas a las que imoportan y gustan mis palabras. Lo que sí admito sin duda alguna es que Nicolás Corrales me hará mucha falta, como hace años no me sucedía con nadie. Además, suelo ser un poco desprendido de la gente, pero con mis amigos cercanos es diferente. Con ellos quisiera vivir en casa.

 

 

Aeróbicos Poéticos

Sobre los días de octubre

hay demasiadas voces

todas con variadas intenciones

que van de lo oscuro a lo negro

de lo gris a lo magenta

de la sangre a los nervios

y un poco más allá del triángulo está Amérca del Sur

verde y suave como una hoja

que lena de ríos y jaguares

olvida los castillos de princesa.

 

Yo estoy en Bogotá pero al mismo tiempo en muchas partes,

donde me necesitan

donde el agua es mal gastada

en los bailes húmedos

en las fortalezas de hueso

bajo los puentes de estrellas

frente a los ídolos de lata

asaltando la noche

violando el absurdo

creciendo entre manzanas

muriendo entre castaños.

 

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Quisiera escribir del tedio,

sus largas horas tejidas con aire que se va.

Aunque debo admitirlo:

Mi vida respira

los huracanes que se quedan.

 

Ya llegó el invierno

la lluvia que empuja dormilones

a la sombra de los árboles de lana.

El frío encierra el espíritu

en densos y profundos embalses

que se diluyen con el té.

 

Vuelve el invierno

y la tarde anochece

en nuestros corazones espantados

como grandes caballos de marfil.

Nadie olvidará qué difícil fue evadirse,

salir de acá,

buscar el sol en las farolas del amor,

buscar un suelo

por fin

dominado por la luna.

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Viajaré a Londres y subiré a un tren donde me hablaré con ciudadanos peli rojos, peli amarillos, de africa, árabes y de asia, españoles y lucitanos, galos y del este, americanos, latinos y de otros lados. Nadie osará quitarme el tiquete ni dejarme atrás.

Conoceré los barrios de la capital del Reino Unido, sus ciudades intermedias, sus puertos, las últimas moradas de otros muertos, y anidaré en la cama de muchas inglesas a las que guste el vino, la música, la literatura, la vida. No es mucho pedir el básico sustento.

Hablaré en otras lenguas y aprenderé a soñar en ellas, tal vez mis viajes terminen sobre sus palabras. Hablaré con jóvenes, viejos, niños, ausentes, viajeros, lejanos, cercanos, parientes y extraños, pero me haré amigo del agua, el aire, el fuego, la tierra y viajaré de polo a polo, de isla a isla, de punta a punta. Bajo mis pasos estará la lluvia y sus dilemas, el sol y sus poemas, la nieve y sus balas. Muchas noches escribiré con miedo. La mayoría seré feliz.

No olvidaré mi tierra ni su dolor ni sus encantos. A Latinoamerica entrego mis fuerzas, las enseñanzas, los cantos que a mi vida han traído la sabiduría. En el otro lado el mundo es perfecto. Por acá las cosas van a medio camino y tenemos que arreglarlo, protejer a las madre de la montaña, el dios del agua y la familia de la naturaleza. No olvidaré que aprendí a mirar los árboles, entender la luna y beber el cielo. No olvidaré que soy de barro.

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Mañana escribiré las canciones

que en la noche cantaré sin ovaciones.

En la tardé saldré con ella

esperando besos que vengan de su lengua.

Escribiré de nuevos las emociones

que ya no serán bastiones

sino apretados himnos tristes

que todos creen ficciones

y bailes de acordiones.

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El piano hunde nuestras primeras

huellas en la arena;

funde rojas primaveras,

pero su mejor aporte

es desnudar las féminas

que al baile acuden.

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Nunca terminaré por decir el color

del traje de noche estrellado y frío,

ni la capacidad del verbo en filo

podrá vencer el silencio parco.

 

Versos de cuatro lados, cantaré

las imperfecciones del mundo azul

que me fue confiado, y espero

caminar las rutas floridas del arte

y llegar al mar donde no haya olvido.

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MÚSICA DEL MAR

 

Música similar a lo ineflable

el ritmo del vivo es un solo canto,

además el muerto no baila

ni tampoco vuela.

 

El concierto de palabras

no es apto para mayores,

ni los niños deben olvidar

que hay silencio.

 

No quiero saber de poetas

que ni ahorran agua ni culminan.

Precoces saltarines hay por doquier.

Hay que volver a orar al vino

aunque embriague.

 

Seguiré viviendo la música

al igual que el aire.

Pero tendré cuidado al bailar

no sea que me duela el alma

no sea que me haga mar.

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No entiendo los mecanismos del amor.

A veces tan tierno, aromado con gloria, satisfecho de soles y lunas, desquiciado al andar.

Las tardes llenas de besos entre el calor de los cuerpos suenan en la radio,

El último bajonazo que tuviste a mi entrepierna,

Los abrazos prolongadoa que terminaron arruyando la saliva.

Todo eso y mucho más

Todo eso y un pedazo del mar salino de tus lágrimas

Que a porpósito ya no son las mismas

Porque cuando llorabas por mí parecían un arcoiris en llamas congeladas

Y ayer que te vi lacrimosa ante las terrazas de la tarde

Supe que eras igualita a una selva que no se entiende

A los dramas que tienen salida en la entrada

Pero ya o importa lo que digamos en este momento

Siempre he sabido que la poesía intenta resolverlo todo

Y nunca termina haciendo nada

Pero legítimo es intentarlo y decir la cagué

Como es de locos andar entre las palabras

Olvidando que son de cristal

Y que todos

Sin falta

Perdemos la fé en ellas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Tarot, crónica y esperanza letrada de nuevo

 

En días pasadoa adquirí un libro que explica la historia, los símbolos y el juego del tarot, junto con un mazo de cartas que trae los 22 arcanos mayores y los 56 menores. Me interesó el tarot desde que leí el libro Psicomagia de Jodorowsky. Y no por lo que este gurú de la sanación con poesía y arte diga acerca de los alcances del tarot, sino porque me llamó la atención la herramienta de autoconocimiento y diálogo metafísico que puede ser un tarot.

Ayer tuve mi primera sesión de reflexión y estudio con el tarot. Leí su historia, sus orígenes en el renacimiento y sus refinamientos en el siglo XVIII y XIX, los diferentes tipos de mazos que existen junto con el simbolismo que carga cada ilustración, las fuerzas de la memoria básicas para tener un acercamiento real con los alcances del tarot, y la influencia que éste puede tener en la vida, una influencia que va de los espiritual a la acción, del descubrimiento de lugares desconocidos de nuestra mente al esclarecimiento de nuestro destino. Aunque es bueno decir que un tarot no está diseñado para predecir el futuro ni para sanar el pasado, simplemente es un instrumento óptico y filosófico que permite explorar nuestras fuerzas internas, nuestros misterios mentales más escondidos y encontrar respuestas a preguntas que continuamente hacemos sobre nuestra existencia. Para todos los humanos su propia existencia es un misterio absoluto; hay algunos que enfrentan ese misterio con poesía, arte, conocimiento; hay otros que simplemente no dan importancia al tema y piensan que esta vida en la Tierra es una tregua con un dios, una prueba o un simple ir y venir de placeres y nostalgias.

Esta mañana recibí una buena noticia–no por el tarot, sin por el correo electrónico, esa otra herramienta llena de palabras efímeras–. Se trataba de Julieta, la directora de una revista cultural que hace meses estaba que salía a la luz pública, pero que por diversos problemas apenas había pasado de la colecta de artículos. Escribí una crónica falsa para esa revista sobre unos raperos que cantan con parlantes en los buses y calles bogotanas. Esta crónica, aunque es una ficción vestida de periodismo, trae dos voces de vendedores de la novena, y la voz de Roco, un supuesto rapero que vive en la cruces, fuma porro para componer sus versos y llama Pum Pum al parlantico que lo acompaña en la jornada laboral. La crónica pasó por real por dos acontecimientos. El primero es que la gente ha visto en las calles y en el transporte público a los raperos con los parlantes. Lo segundo es que la voz que puse a Roco es inconfundible, es un tipo barriobajero pero con sentimientos, uno marihuano todo bien que hace su vida como puede.

Espero que Juelieta no se de cuenta que esa crónica es falsa. Me prometo a mí mismo no volver a caer en la tentación de la ficción y escribir sobre hechos reales cosas que no fueron (aunque si pasaran en mi mente). De igual manera le propuse otras crónicas, a las que respondió con muchas ganas y le conté lo de la Historia Ciudadélika y su próximo lanzamiento. Espero poderle hacer gran despliegue al tema y que la gente lo compre por internet o por otros medios.

Hoy al parecer voy a tener una convención de personas acá en la casa. Estará Melenon, tal vez César, y si las cosas salen bien, terminaré borracho en alguna cantina entonando a los Rolling Stones. Siento que la literatura volvió apra quedarse. Nunca la había abandonado del todo, pero ahora el rito, la disciplina y el gusto me han tomado por completo. Al parecer mi misión en este planeta, en esta vida y en esta situación existencial, es crear literatura para que la gente viva mejor, para que despierte la conciencia, para que encuentre dentro de si mismo el camino a la realización y la alegría. Y no escribo autoayuda, sino novelas, cuentos y poesía. Sin duda alguna, una buena lectura es como una oración que nos llevará a un lugar en el que podemos dialogar con nostros mismos y tal vez, si no dudamos de nuestro potencial, cambiar para siempre y convertirnos en lo que queremos ser.

 

El deseo oculto

Pasé tres días con mi novia y no quise tener sexo con ella hasta hoy en la tarde.

En tiempos de seres que con afán buscan ocupación, cualquier pereza es considerada un pecado mortal, y se lo dije a ella buscando una excusa para no hacerlo.

Acepto que reniego cuando dormimos demasiado, pero soy contradictorio: odio cuando me tengo que levantar temprano.

Además no existen los promedios ni las medias tintas en estos casos. O duermes o duermes. Si lo haces bien, recuperas energía. En exceso produce más sueño. Y si hay un exceso muy pasado habrá insipidez en el placer de una siesta, un sinsabor que incluso puede llevar al insomnio.

Pasé tres días con mi novia pegado a un puto x-box (por fin acabé el juego), viendo películas y tirando almohada. Al final todo me sabía a mierda: el cuarto, la cama, la casa. Todo menos ella, obviamente. El fastidio se concentra en el contexto que genera la pereza.

(Escribiendo estos párrafos de tres renglones me siento perezoso. No hay muchos detalles, toda la voz al grano. A buen entendedor, pocas palabras. )

Pero otra cara que tiene este asunto es las mujeres. Con mucha frecuencia tengo ansias de pechos, piernas, humedades profundas, de besos y bailes calientes. Puedo darmelos con mi novia, es cierto, pero hay cualidades que ella posee que otras no, así como otras poseen cosas que ella no. Eso es lo atrayante, los factores que configuran la variación y su resultado.

A veces amo a María como el amor de mi vida pero no tengo fé en los sueños en pareja, porque se desintngran como un terrón de azúcar. A veces no quiero a nadie, ni siquiera  ami padre ni a mi madre. A veces quiero alejarme de todos y no dejar huella. A veces quiero solo estar vivo y respirar.

No estoy preparado para amar tanto como supuse porque soy volátil y caigo en las atracciones y seducciones, pero de donde me anclo me es difícil salir. ¿Podría alguien amar a diestra y siniestra, sin preguntarse nada, solo embistiendo la belleza y las palabras y morir ileso, aunque sea alejado de la soledad?

No quisiera preguntarme más por ahora. Basta de creer que el amor no es suficiente. Basta de pensar tanto lo que siento. Basta de palabrear sobre mi salud y mis desatinos. Basta de convencerme de mentiras que son cortinas del mundo. Basta de correr en los tuneles del orden y la sincronización del sistema; somos desiguales, mercancia de cifras y marcas, desterrados del mundo puestos a refrigerarse en la ciudad.

Pero quisiera no tener esas imágenes tan apocalípticas en mi mente.

Creo que el mundo puede ser un lugar mejor para la vida humana, animal, vegetal, etc. Y lo creo con más convicción que la que posee la ilusión de apocalipsis donde el «basta» es una bala que va matando. A la final este mundo es una invención del que lo está mirando, y a la vez una presencia que ante nosotros realiza la materia, el tiempo, los elementos.

Por eso también estoy de nuevo acercándome a las lecturas de William ospina, porque me parece que su literatura se preocupa por el bienestar del lector, por ls reflexión cristalina y el contacto con la poesía y las palabras para dar a entender la naturaleza, el cosmos, la Tierra. De nuevo siento ese fervor de las primeras veces que me acerqué a sus escritos. Sus obsesiones las siento bastante alineadas con mis preocupaciones humanas, porque mis obsesiones son de otri tipo: mientras él busca con sus novelas alzal la selva y el río como los protagonistas centrales, yo quiero narrar el planeta, las contradicciones de una globalidad impuesta y de un progreso desequilibrado, la locura que trae la virtualidad, el hecho de estar vivos en una era donde la vida cambiará para siempre, y nada de eso y mucho de otros temas, todavía estoy buscando crear mis mejores libros.

Espero que vaya por buen camino. Si no es así, no me importa. Siempre se hace camino al andar.

 

 

 

 

Los fracasos de la noche. (Perdón por el anterior post)

Etzio

Etzio

No sé qué coños estaba pensando anoche cuando escribí la Pot Session # 1 de este diario. ¿Alguien puede entristecer con la vida del italiano, alguien entiende porque el peruano tiene ese nombre tan rebuscado–que a propósito, es Patukera, no Putakeira–, y finalmente, alguien entiende por qué esa oficina de gente rara es una editorial y no cualquier otro negocio? La próxima vez me haré más preguntas antes de escribir, creo que me dejo llevar por sonidos malsanos, por exageraciones en las acciones de los personajes, exageraciones que no son de rasgos o carácter, sino de acciones angulares, precisas, que en cada frase caben como un traje a la medida. Ninuna acción puede ser tan perfecta, siempre debe existir un hilo suelto para que lo jale dios o el diablo.

Hoy intenté finalizar el Assasins Creed II que inicié en la mañana de ayer, y la verdad, pericibo que esta tarea me tomará más tiempo de lo normal. Las visitas a las ciudades italianas del renacimiento cada vez se prolongan más. Antes entraba, mataba, hacía una pequeña conflagración con el sanedrín que me acogiera en la ciudad, y terminaba dando un golpe a los poderosos. Ahora me toca hacer lo mismo, pero aparte recuperar páginas de un códice perdido, asesinar cabos sueltos de la conspiración, desgranar personaje a personaje la historia de mi incursión en la ciudad, hacer favores a mis aliados (quienes cada vez piden más), y por si fuera poco, hacer caso de todo lo que me digas pusilánimes de todo tipo que aparecen en cada gueto, barrio o taberna. Definitivamente la tarea será ardua y larga.

Durante el momento del juego me suceden cosas particulares, que alguien podría tomar como números para la comedia o como síntomas de una enfermedad. Primero son mis ojos: no los cierro, no parapadeo, no doy tregua a esa pequeña oscuridad. Tampoco hablo mucho, dejo que mi mente soporte su levedad en las voces de los personajes de la historia. No bebo, no consumo muchos dulces y siento algunos músculos de mi cuerpo entumecidos debido a la larga jornada. Fumo bareta endemoniado. Creo que a eso se debe que resista varias horas de juego frente al televisor escuchando sonidos muy similares en cada combate, viendo ciudades muy parecidas entre ellas, repitiendo misiones que cambian pero que no trasnforman la manera en que uno accede a ellas. Entro en estado zombie para poder contemplar con todo el ánimo los avances del juego–pese a las reiteradas repeticiones–, y me gusta en los descansos dar unas fumadas a la pipa, mientras los músuclos de las manos, el torso y las piernas se relajan.

Claro que jugar tanto tiempo seguido trae sus resagos mentales. En un momento de la jornada, estaba caminando con Etzio, el protagonista, por Venecia, la hermosa ciudad que duerme en las aguas. Mientras iba y venía entre rincones y callejuelas llenas de hermosa arquitectura, recordé que en las pasadas semanan el mundo estaba en shock por el festival de cine de Venecia, el cual iba  a premiar a uno de sus actores y directores favoritos: George Clooney. Este hombre cano y de buena imagen seguramente recorre Venecia cada tres meses con mujeres diferentes y cada una más hermosa que la anterior. Debe drogarse hasta los tobillos. Debe olisquear vino y comer frutos de mar hasta que el paladar le dice basta. Debe pasar de los lugares más bellos a los lugares más increíbles de esta clásica ciudadela europea. Sí, George Clooney fue el resago mental de la tarde, e imaginarlo en Venecia gastando sus dólares, !peor!.

En las horas de la tarde dije basta, se acabó, no fritaré más mi cerebro con una máquina generadora de gráficos de alta calidad que está conectada a un televisor de última tecnología de high definition con sonido estéreo. No lo haré más hoy, pero seguiré mañana.

Ante todo, para salir de este escrito, quisiera disculparme conmigo mismo por el famoso Pot Session # 1 del cual dejé, a mi modo de ver, mucho que desear. Faltaba sustancia a esa historia si se pretendía una ficción. Faltó más rigor y sobraron palabras si era un ejercicio de acciones y desenlaces. Faltó más trama si era una práctica de puntos de giro. Faltó de todo, mejor dicho, y lo que más me emputa, es que el mejor capítulo fue el del gringo badulaque, pues quedo con buen ritmo y música que acompaña perfecto el mensaje. No se repetirá, lo prometo.